Foto: Luis Pre (@calix_lu)

Cuchillazo y la sinfonía de la garra: Un grito rock en el Centenario de la U [CRÓNICA]

El 6 de agosto se vivió una noche que quedará marcada en la memoria de todo hincha crema. El Estadio Monumental, testigo de tantas gestas heroicas, se llenó de vida y pasión para celebrar los 100 años del Club Universitario de Deportes, la institución deportiva más grande e importante del Perú. Con más de 50 mil fieles en las tribunas, el ambiente se cargó de una energía indescriptible, un fervor que trascendía el fútbol y que encontró en la música su más alta expresión. Fue una celebración sin precedentes, una comunión entre pasado y presente, donde los gritos, cánticos y la emoción pura se entrelazaron para rendir homenaje a un siglo de historia, lucha y gloria. En este contexto épico, Cuchillazo, la banda que ha canalizado la ferocidad y el espíritu de la hinchada, se convirtió en el emblema sonoro de una noche que ya es leyenda.

La historia de Cuchillazo es la historia de una ciudad que lucha, que no se rinde, que encuentra en el rock su voz más cruda y poderosa. Desde que «Máquina», esa pieza de su álbum Días Negros (2005), irrumpió en la escena limeña como un rugido de motores, la banda se ha consolidado como un referente ineludible del rock peruano. La teleserie Misterio, que llevó a las pantallas peruanas la vida de Percy Rodríguez, conocido como Misterio, no solo amplificó la narrativa de una hinchada y de un club, sino que le dio a Cuchillazo el estatus de banda sonora de la resistencia crema. Percy Rodríguez, fundador de la Trinchera Norte, la barra más grande y popular del país, es recordado por su amor incondicional y su pasión desbordante hacia la U. Su legado, que aún resuena en los cánticos y en los corazones de la hinchada, quedó inmortalizado en esta teleserie de 2005, convirtiendo su figura en un símbolo perenne de lucha y lealtad. No fue solo una serie; fue un manifiesto de la garra crema, y Cuchillazo, con su sonido incendiario, se convirtió en la banda insurgente que canalizó ese espíritu indomable.

Ese martes, el Monumental se convirtió en un templo donde el rock fue la religión y Cuchillazo sus predicadores. El set comenzó con «Máquina», una canción que no necesita presentación para la hinchada crema. Era el grito de guerra que todos esperaban, un himno que despertó los recuerdos de aquellos días donde el fútbol y la música se unieron en una sola causa: la pasión. Cada momento era como un latido compartido por miles de corazones que, durante esos minutos, latieron al ritmo de una banda que siempre ha estado al lado de la hinchada.

Le siguió «Rabia de Nada», una pieza que condensa en poco más de tres minutos toda la frustración y la furia contenida de una generación. Presentada en vivo de manera inédita, esta canción es un testimonio de que Cuchillazo sigue siendo esa voz que no teme gritar, que no se deja amansar. La banda ha evolucionado, ha cambiado, pero la esencia sigue intacta. En «Rabia de Nada» se siente el peso de los años, de las batallas libradas y de las que aún están por venir. Y fue en ese momento, cuando la canción resonó en el estadio, que se sintió una conexión casi mística entre la banda y la hinchada. Fue un grito compartido, una rabia que brotaba desde las entrañas y que encontró su canal en el rugido de un estadio lleno.

El cierre fue con «Munición», una canción que lleva la marca registrada de Cuchillazo: potente, directa, sin concesiones. Un recordatorio de que, en un mundo donde todo parece estar a punto de estallar, la música puede ser esa chispa que enciende la pólvora. Y en ese instante, mientras los últimos guitarrazos resonaban en el Monumental, se sintió que algo más que música había sido compartido esa noche. Fue un pacto, un juramento entre la banda y la hinchada, entre el rock y el fútbol. Cuchillazo no solo tocaba para el centenario de la U; tocaba para la memoria, para el pasado, el presente y el futuro de una hinchada que nunca dejará de luchar.

Cuchillazo y la U

El vínculo entre Cuchillazo y la U no es nuevo; es un lazo forjado en las calles, en las canchas, en los escenarios. Los miembros de la banda, Capi Baigorria, Rafael Otero y Adrián Del Águila, llevan en su sangre esa garra, esa pasión que también define a la hinchada crema. Capi, agradecido, recordó cómo la música los conectó con Universitario, cómo la banda fue adoptada por la U, como si fuera un jugador más, un guerrero en la cancha sonora. Rafael recordó sus días en la Trinchera Norte, cuando asistía a los partidos y alentaba al equipo con la misma pasión con la que luego rasgaría su bajo. Adrián, con nostalgia, recordó sus días jugando en las divisiones menores de la U, una historia que volvió a su mente cuando pisó el escenario del Monumental, esta vez no como futbolista, sino como músico. En cada palabra se sentía que Cuchillazo no estaba allí solo para tocar; estaban allí para rendir homenaje, para devolverle a la hinchada lo que les han dado a lo largo de los años.

El centenario de la U fue una celebración de su historia, de sus glorias, pero también de su lucha. Y en esa lucha, Cuchillazo ha sido un aliado, una banda que, con su sonido visceral y sus letras crudas, ha canalizado la rabia, la frustración, pero también la esperanza. La música de Cuchillazo es el espejo en el que se refleja una hinchada que no se rinde, que sigue adelante pese a las adversidades. Su participación en esta celebración fue una declaración de principios, un recordatorio de que la música y el fútbol, aunque distintos en su forma, comparten una misma esencia: la lucha por la identidad, por la pasión, por la verdad.

 

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Nueva música, mismo corazón

En los últimos meses, Cuchillazo ha lanzado cuatro nuevos sencillos que continúan esa tradición de no dar tregua, de no bajar la guardia. «Rabia de Nada», «El Silencio del Machete», «Lavador de Cerebros» y «Policía Mental» son testamentos de que la banda sigue en pie de guerra, experimentando con nuevos sonidos, pero sin perder esa crudeza que los define. Estos lanzamientos son un recordatorio de que, aunque el tiempo pase, aunque las modas cambien, Cuchillazo sigue siendo esa voz que se alza en medio del ruido, esa banda que no teme decir lo que otros callan.

Y así, el Estadio Monumental se convirtió en un altar donde se celebraron 100 años de historia crema, pero también un espacio donde la música y la identidad se fundieron en un solo grito de resistencia. Cuchillazo, con su energía desbordante y su compromiso inquebrantable, fue el símbolo de una hinchada que, como ellos, sigue peleando, sigue creyendo, sigue soñando.

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