Jorge Ruiz, el eterno Kachete, ha aprendido a moverse en las tensiones. Desde los gritos desbordados del punk con Terreviento hasta las pulsaciones electrónicas que abrazan su presente, su música parece un reflejo constante de cambio. En “Sonidos Cósmicos”, su décimo sencillo como solista, encontramos a un artista que observa su propia trayectoria y decide romper con las expectativas, entregando una pieza que abraza la introspección sin perder la intensidad que siempre lo caracterizó.
La canción construye un puente entre el desencanto y la esperanza. “Hoy sonidos cósmicos me salvan del rock” es una confesión que lleva consigo el peso de los años y de las batallas, internas y externas. Los sintetizadores y texturas electrónicas se funden con una energía contenida, creando un espacio que vibra con honestidad. El rock que marcó sus primeras décadas de carrera sigue ahí, pero transformado, expandido hacia un territorio más amplio y flexible.
El trabajo de producción de Jack Bastante, realizado entre Lima y Boston, potencia esta búsqueda. Cada capa de sonido está cuidadosamente diseñada, dejando que los momentos de intensidad y calma respiren de manera orgánica. No hay artificios ni grandilocuencias, solo una exploración constante que encuentra belleza en lo crudo y lo humano. Escuchar “Sonidos Cósmicos” es como atravesar un cielo nublado donde de pronto asoman destellos de luz.
El contexto personal de Kachete también da profundidad a la obra. Desde que le diagnosticaron sordera súbita en el oído izquierdo en 2018, su relación con la música se ha transformado. En lugar de detenerlo, este cambio lo llevó a buscar nuevas formas de percibir y crear. Lo que podría haber sido un obstáculo se convierte aquí en motor de reinvención. La energía que antes canalizaba en la visceralidad del punk ahora se manifiesta en la sutileza de sus decisiones artísticas.
“Sonidos Cósmicos” refleja a un Kachete que se lanza sin certezas, pero con una entrega total. Es música que late con la incertidumbre de alguien que se permite dudar, probar y seguir adelante. En cada acorde, cada textura, se siente la pulsión de alguien que sigue moviéndose, no por querer encajar, sino por la necesidad de encontrar su propia forma de estar presente.
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