La banda ecuatoriana L’Alba ilumina la penumbra con su primer EP ‘Antes del Alba’

En la frontera entre el insomnio y el despertar, hay un instante en el que todo parece incierto, donde la luz titubea antes de tomar forma. Esa frágil intersección es el terreno que pisa Antes del Alba, el primer EP de la banda quiteña L’Alba, un dúo que encuentra en el funk rock la forma de desenredar las contradicciones de la existencia. Santiago Chiriboga y Sebastián Salazar han sabido construir un sonido que, sin artificios grandilocuentes, deja en claro su apuesta: una conversación honesta entre la esperanza y la melancolía.

El EP se mueve con soltura entre líneas de guitarra que buscan el equilibrio entre la calidez del funk y el nervio del rock, mientras la batería conduce la narrativa con una cadencia que oscila entre lo íntimo y lo expansivo. Cada pieza refleja una exploración distinta de esa pugna interna entre la claridad y la sombra, donde los silencios dicen tanto como las explosiones de energía contenida. No es casualidad que la banda se haya nutrido de experiencias en festivales locales y espacios íntimos como Sofar-Quito, pues su música parece pensada para momentos donde la cercanía con el oyente es clave.

Hay una sensación de movimiento constante en Antes del Alba, como si las canciones fueran destellos de un viaje por emociones encontradas. En algunos pasajes, el ritmo se despliega con el desenfado del funk, pero la alegría nunca es completa; siempre hay una brisa que recuerda que lo efímero pesa. En otros momentos, la música toma un cariz introspectivo, como si buscara respuestas en el reflejo de su propia resonancia. Todo parece girar en torno a la imagen del amanecer como símbolo de transformación: el paso del caos a la calma, de la incertidumbre a la claridad, de lo que se teme a lo que se acepta.

L’Alba entiende que no hay luz sin sombra, que toda búsqueda es un juego de contrastes. En su primer EP, logran capturar esa sensación de estar en un punto de quiebre, donde todo puede caer o recomponerse en un solo respiro. La composición refleja una madurez que rara vez se encuentra en proyectos jóvenes, una intuición que les permite mantener la elegancia sin perder la crudeza. Aquí no hay discursos prefabricados ni gestos innecesarios: lo que se escucha es lo que es, sin adornos que diluyan su peso.

El alba no llega de golpe, se filtra poco a poco entre las rendijas de la noche. En ese instante suspendido en el que la ciudad aún no despierta del todo, Antes del Alba encuentra su hogar. No hace falta iluminarlo todo de inmediato; a veces, basta con un resplandor incierto para recordar que el día empieza con la primera chispa de luz.

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